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Mariano Rajoy debe estar contento con el propietario de este restaurante. Ha emprendido y vaya, una aventura empresarial arriesgada a la par que ilusionante. Arriesgada por tratarse de un municipio como Monóvar, una calle alejada de casi todo y en un local con unos antecedentes en hostelería no muy halagüeños. Es ilusionante porque se come bien a un precio razonable y el mismo dueño, Chimo, dice estar satisfecho de la acogida. Nos alegramos. Pero más si cabe de haber probado sus exceléncias culinarias.
De entradas una gentileza del chef consistente en canapés de dos clases, uno de algo así como papilla de "pitufos" que recordaba mucho a una receta hindú.
CIGALITAS SALTEADAS CON AJOS TIERNOS, de tan frescas y jugosas que estaban más que salteadas parecían saltarinas.
POLLO REBOZADO CON SALSA DE QUESO, sabrosos trozos de pechuga de pollo con una fina salsa.
BROCHETA DE PATO, original forma de comer el magret.
PIRULETA DE LANGOSTINO CON MAYONESA DE CHIPIRÓN, como su propio nombre indica más bien parecía una golosina que entraba en paladar de una forma estupenda.
ENSALADA....eso ensalada, bien sabrosa y cargada de tropezones.
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De platos fuertes:
SALMÓN PLANCHA, generoso trozo, fresco y al punto de plancha.
DORADA A LA ESPALDA, parecido al salmón.
PECHUGA VILEROY CON QUESO AZUL, para amantes del queso una delicia.
No pedimos postre, no podíamos. Cafés, chupitos y numerosas cañas así como un Vino Blanco Riesling, por 28 euros por cabeza que aconsejan e invitan a repetir.