La primera toma de contacto con el local fue informal. Unas cañas y unas tapas. En conversación con el dueño, al margen de comentar excelencias en menús de cena que me comprometí a probar, me dijo una frase poco menos que lapidaria: "si tuviera este negocio en Elda lo tendría a reventar". Dicho ello para lamentar la falta de acogida de su establecimiento en la localidad natal de Azorín. En ese momento ya discrepé con él, pues no es cuestión de ubiacación simplemente, sino de trato al cliente y al producto. Un bar-tasca que se publicita como lugar de tapeo no puede tener un sábado a medio día en la barra tan sólo unos boquerones en vinagre, unas banderillas y unos panchitos...eso para empezar. Pides caña y para traerte la tapa transcurren casi cinco minutos. Eso es un mal presagio. No obstante y ante el semi-desencanto de esta primera visita decido probar los menús nocturnos.

El servicio es clave y que el cliente se vaya sastisfecho y con ganas de volver lo es más. Ése y no otro es el secreto de la hostelería (al magen, claro está, del producto) no que esté o no esté en una u otra localidad. De hecho en Monóvar hay bares que cada fin de semana están a reventar.