Por fin he podido disfrutar de una jornada que mis amigos Miguel Angel, Dioni y Manoli me relataban como una "experiencia única". Y así ha sido. Tras varios años intentando acudir a la Romería de El Ballestero (Albacete), el pasado fin de semana pasa a engrosar un lugar privilegiado en mi memoria vital. Uno que se ha recorrido media España y media Europa, nunca había tenido ocasión de vivir una celebración de tal calado. Todo un pueblo entregado al día grande de sus fiestas. A no olvidar tradiciones. A vivir por todo lo alto una fecha esperada durante 365 días.
La Romería de San Miguel que tiene como protagonista a la Virgen de la Encarnación es el eje central de la programación festiva. Vecinos, familiares y amigos de ballestereños se dirijen a la ermita de Villalgordo a recoger a su patrona y portarla de nuevo al pueblo tras permanecer allí desde Pascua. Son 13 kilómetros que un nutrido grupo de personas de todas las edades recorren con ilusión, fervor y entusiasmo para un poco antes de la llegada al municipio depositar a su virgen sobre un poyete a la espera de que anochezca para hacer la entrada triunfal y escenificar el reencuentro con su hijo: el Cristo de la Veracruz (instante emotivo donde los haya). Ese momento, salpicado con lágrimas, es alumbrado por una gran luminaria dándole al acto, si cabe, mayor emotividad.
A partir de ahí se vive una noche intensa, este año un tanto deslucida por la lluvia, conformada por fuegos artificiales y verbena popular. Eso sí, la noche es también el momento ideal para los que hemos hecho el camino de ida y vuelta a Villalgordo (26 km en total) repongamos fuerzas. Y ¿qué os voy a contar de cómo se come por estas tierras?. Salpicando este escrito unas instantáneas de las humildes viandas que nos metimos entre pecho y espalda para reponernos. ¡Gloria benditaaaaa....!. Oreja brasa, codillo frito, sepia plancha y una sublime ensalada manchega...sin palabras.En fin, lo bueno se acaba. Ahora a vivir del recuerdo de este intenso fin de semana en el que comida y celebración social al margen, me quedo con la imagen de ver a concejales de este minúsculo pueblo manchego desviviéndose por sus convecinos. Para que todo saliera bien. Para que los romeros tuvieran un buen avituallamiento. Todo ello desinteresadamente, por ilusión y amor a la tierra que los vio nacer. Igualico que en las grandes ciudades, o no?
Toda esta carga de sentimientos y fiesta no hubiera sido posible sin la generosa hospitalidad de Hilario y Elena que nos hicieron sentir como en un Hotel de 5 estrellas.